Ser mujer en este mundo loco, representa toda una aventura para nosotras. En ocasiones, puede llegar a ser una actividad de alto riesgo, especialmente, en ambientes culturales en donde su cotidianidad es la exclusión. Desde el momento que llegamos a esta tierra, casi sin saberlo, la lucha por la igualdad empieza. Los estereotipos y usos sociales imponen a las mujeres formas de comportamiento, de vestir, de actuar: cumplir las expectativas de los demás, desde la imposición de los roles. Igualmente, las barreras invisibles y pesados techos constituyen obstáculos para alcanzar las metas profesionales.
Esta realidad, se vuelve más fuerte para las mujeres que menos tienen. Ellas sufren procesos de exclusión agravados por la violencia, y la falta de acceso a la información y educación.
Sin embargo, la buena noticia es que, cada vez más, hay gente moviéndose para cambiar esa realidad. Desde la comunidad internacional, la sociedad civil y los movimientos de mujeres, se han creado iniciativas permanentes que buscan erradicar las brechas de distintos tipos que les afectan a ellas. De hecho, hay varios logros que estos esfuerzos han conseguido; como por ejemplo, hacer que se visibilice la necesidad de políticas públicas con visión de género que pongan a las mujeres primero. La elaboración de leyes laborales incluyentes, también, es un avance.
No obstante, lograr poner a las mujeres primero, en el diseño de políticas públicas y de Estado requiere persistencia, constancia y fe en que solo mejorando la situación de las mujeres y las niñas, en todos los sentidos, conseguiremos mejores sociedades. Sociedades más justas, más humanas.