En días pasados, un gran estupor ha causado, el conocer cómo, ciertas autoridades locales, están usando fondos públicos a través de contratos millonarios, destinados a organizar fiestas con famosos cantantes y personajes de la farándula. Incluso, se anuncian premios económicos para los ciudadanos, todo con fondos públicos. Esto ha encendido el debate acerca del uso correcto que los gobiernos locales están obligados a realizar en su administración. Los fondos públicos que se les entregan a los gobiernos locales no deben ser utilizados para ese tipo de dispendio. Han sido creados para resolver los múltiples problemas de sus territorios, y provienen de las arcas del Estado, y la mayoría de las veces, se dejan de atender otras necesidades nacionales para enviar los fondos a estos organismos locales.
Conviene recordar que, los Gobiernos Autónomos Descentralizados, -GADS- constituyen un eje importante en la democracia del país. Desde allí se generan políticas, se desarrollan planes, proyectos y programas, orientados a construir el bienestar de los habitantes de la provincia, cantón o parroquia en donde están ubicados. Para esto, y según señala la ley, cuentan con un presupuesto institucional que viene desde el gobierno central, que debe ser utilizado en la ejecución y cumplimento de: planes de ordenamiento territorial, planificación, regional, cantonal o parroquial y otras actividades, según sea el caso.
Los GADS, son organismos vitales, porque de ellos dependen, por ejemplo, el estado del sistema vial de sus territorios, el control de la contaminación ambiental; manejo de desechos sólidos, el manejo del fenómeno de la movilidad humana; la seguridad; e inclusive, les corresponde regular, y tratar temas sensibles como la minería ilegal cuando se produce en sus territorios. Su rol e importancia dentro de la estructura democrática e institucional del país es clarísimo. Por lo tanto, los recursos que manejan exigen ser administrados con total responsabilidad.
Desde una visión política, se sabe que los GADS son estratégicos alfiles de los movimientos y partidos, porque su gestión será siempre una oportunidad para consolidar la presencia política del partido que representan, y su éxito o fracaso será endosado al partido que suscriben. Es por eso, que a los partidos y movimientos les interesa acaparar su presencia en la mayoría de los gobiernos locales del país. Saben, que desde allí, podrán construir bastiones políticos desde donde les es más fácil acercarse al pueblo en tiempos de elecciones presidenciales y legislativas. Por esa razón, preocupa el que quienes administran los GADS piensen que, como se acercan elecciones, pueden ganarse tempranamente el favor electoral de sus ciudadanos a costa de fondos públicos.
Las responsabilidades que los GADS tienen sobre sus hombros, son tan complejas y variadas, que lo que corresponde es enfocar sus esfuerzos en priorizar sus gastos con una visión en de alivio de las necesidades de los habitantes de sus territorios.
Por lo tanto, el dejar de usar los fondos que deberían estar destinados para mejorar vialidad, ambiente, manejo de la basura, servicios, educación, seguridad, etc., y destinarlos para promover una agenda festiva so pretexto de generar felicidad ciudadana es escandaloso.
Es verdad que la promoción del turismo es importante para reactivar la economía, pero sería más útil y efectivo, que se invierta en generar un plan de turismo a largo plazo, que garanticen sostenibilidad de las iniciativas y que promuevan la creación de un eje turístico permanente. Los espectáculos sin duda son atractivos, y bien podrían hacerse, buscando apoyo del sector privado, por ejemplo, a través de alianzas que permitan brindar momentos de esparcimiento a los ciudadanos sin mermar las arcas de la alcaldía, prefectura o junta parroquial.
Quienes están a la cabeza de los GADS, deben ser más responsables con el uso de los fondos públicos que ellos manejan. El no atender las necesidades y hacer del despilfarro de estos fondos una costumbre, no hace más que abonar a la consolidación del fomento del populismo y política clientelar, que usa dinero de los ciudadanos para sembrar favores electorales disfrazados de bienestar momentáneo. Hay que parar esa mala práctica.